Conocí en 2004 a una persona que cambiaría mi perspectiva respecto a muchas cosas, en mi primer año de universidad todo resultaba nuevo, profundo y excitante. El nuevo ambiente académico, los profesores, la facultad, el inmueble, mis compañeros estudiantes, todo se conjugaba para lograr una sensación de redescubrir el mundo, le estaba dando un nuevo significado al hecho de prepararme en mi formación profesional y en todo este círculo, destacaban mis nuevos amigos, que resultaban sumamente creativos y con personalidades diferentes que enriquecían mi vida en diferentes sentidos.
De éstos amigos, había un chico que me parecía muy atractivo, su personalidad rompía con todo lo que yo conocía hasta el momento, me daba una sensación de que vivía bajo sus propias reglas, una libertad que a mí me parecía magnética y su forma de ser, con esa sonrisa tan hilarante hacia que quisiera pasar mucho tiempo con él, y pues, en términos coloquiales, nos volvimos como uña y mugre.
Podíamos pasar la tarde en el Parque Naucalli, haciendo ejercicio después de clases, en la biblioteca haciendo alguna tarea de investigación, en casa de algún amigo cerrando un proyecto en equipo, donde fuera, pero nos movíamos en grupo y siempre, al final, él y yo regresábamos juntos por el mismo camino a nuestras casas, forzando la despedida, a veces nos turnábamos para regresar por uno u otro camino que nos quedara cerca.
Pues después de un año, en tercer semestre nos “hicimos novios”, y fue el comienzo de una aventura que duró 14 años; y en ese momento, todo parecía posible, éramos él y yo comiéndonos el mundo, me divertía con mi mejor amigo y me encariñaba con mi nueva pareja, todo fue risa y diversión, hasta un día, como cualquier otro, que se rompió algo dentro de él, fue como si la persona que conocía se hubiera reseteado hacia un aspecto de miedo que él parecía no comprender y yo mucho menos.
En un proyecto donde debíamos hacer un video, me acompañó y de regreso a su casa, dentro del metro, sufrió una especie de desorientación, me describió la situación como de un terror que lo consumía, era como si su cuerpo estuviera a punto de colapsar de una forma que nunca había sentido, se puso a pedir ayuda a las personas cercanas, pero nadie lo ayudó, en esa época tenía “rastas” y la gente pensó que estaría drogado, así que tuvo que soportar el miedo durante todo el trayecto, tiempo después nos enteraríamos del término para lo que vivió, una crisis de pánico, tuvo la primera de muchas, que asociadas al encierro del metro y el tumulto de la gente, le ocasionarían una mezcla extraña entre claustrofobia y agorafobia.
No puedo explicar lo complicado que resulta el cambio de vida de una persona que sufre ansiedad, que se junta con otros trastornos como depresión, y en este caso dos fobias, sufriendo la impotencia de no volver a ser el mismo, que limita las actividades que antes eran “normales” y con el persistente deseo por recuperar la movilidad individual, la fuerza para superar el miedo, la implementación de nuevos hábitos y la aceptación de la necesidad de buscar ayuda médica que pueda proveer de información y estabilidad.
Para entonces, a mediados de semestre, Perri, como llamaremos a mi entonces novio, ya no podía ir sólo a la universidad, abordar el metro se convirtió en un tema vetado, no era una posibilidad, se le veía un semblante triste y parecía tener un temor constante de que en cualquier momento surgiera, de la nada, alguna crisis; y como alguien que acompaña a una persona con estos padecimientos, puedo decir que se vuelve triste y difícil, ver como la persona a la que quieres hace todo lo que está en sus manos y pone todo de su parte y aun así no logra “salir”.
Vivir con ansiedad se convirtió en el día a día de nuevas rutinas, buscamos una forma de llegar a la universidad sin tomar el metro, iba diario por él a su casa y pasaba a acompañarlo de regreso, de no ser por esa nueva dinámica, habría perdido el semestre, ayudó en ese aspecto académico, pero me convirtió en una muletilla, lo hacía dependiente de mí para salir y después, el psicólogo le comentó que no era nada sano, pero que puedo decir, a veces hacemos cosas desesperadas por apoyar a quien queremos y vemos mal, y yo con mi carácter sobreprotector, me dolía irme por mi cuenta y esperar con ansia si lograría llegar o no por su cuenta.
Puedo decir que el tratamiento psicológico y psiquiátrico ayudan sobremanera para crear una estabilidad física y emocional, trabajos de meditación, alimentación saludable, ejercicio regular, todo es necesario para afrontar de manera más ecuánime o racional las crisis de pánico y ansiedad. Aunado a esto, todo lo que te ayude a conocerte y a volverte más consiente de tus reacciones.
La historia es muy larga, pero con el pasar de los años, pude observar y ser copiloto de todo ese autoconocimiento de Perri sobre los trastornos que se volvieron parte de su vida, y puedo decir, parte de su evolución, porque cambió su forma de tratar a los demás, se volvió mucho más sensible, más empático, descubrió aspectos internos que no sabía que existían y logro trabajar su disciplina y voluntad.
Los ataques de pánico nunca se esfumaron, pero al identificar los detonantes, al racionalizar la emoción en el momento de la crisis y tener a la mano el medicamento necesario, le hicieron poco a poco volver a ser una persona “funcional”.
Hay puntos que como espectadores podemos hacer, si alguien con ansiedad o depresión te dice que siente que no puede, no des por hecho que no se está esforzando, creo que ese es un vértice donde ellos se sienten incomprendidos, y cierra el canal de comunicación, para ellos es muy complicado todo lo que sienten y externarlo aún más.
Hoy en día me siento orgullosa de que Perri, ha trabajado lo suficiente para poder superar las dificultades de la ansiedad y lograr metas que pueden ser insignificantes para los demás: como abordar el metro si es necesario o subirse a un elevador o la más difícil, viajar en avión, ir a un destino fuera de la ciudad donde reside era un gran reto que superó en 2015. Y aunque hoy en día realiza estas actividades, no significa que ha dejado de tener el temor de la crisis en esas situaciones, pero ya las domina y no permite que limiten su vida, que me parece, es el punto más importante, que las personas con ansiedad logren esa estabilidad para tener una vida llena de todas las oportunidades, sin que su condición los detenga.
Recomiendo siempre que desde los primeros indicios visiten a un profesional, dejen la resistencia de acudir con un psicólogo, puede ayudar bastante, y mucha fuerza, constancia a todos aquellos que viven con ansiedad, con depresión, el camino puede parecer con muchos obstáculos, pero siempre hay una posibilidad de recuperar tu vida funcional.
PD. La fotografía de la portada es una foto de su viaje en 2014 a Cancún, fue la primera vez que tomó un avión.
ERI CONTRERAS
DISEÑO GRÁFICO Y WEB