Esta sociedad tiende mucho a encapsularnos, te meten en el traje de mamá, o de doctor, o de taxista y nos llenan de roles que nos pueden dar una faceta de la que a veces es difícil escaparnos, sobre todo cuando uno mismo se cree todas esas cosas.
Para mí, el primer rol que cumplí fue el de “hermana mayor”, se me decía que tenía que poner el “ejemplo”, y yo me compré completo el papel, aunque a veces no supiera bien que significaba ser ejemplar, siempre trataba de intuirlo, de acuerdo a lo que complacía a mis papás y poco a poco comencé a llenar las expectativas, porque en realidad no era tan difícil ser un buen ejemplo, se veían contentos con que sacara buenas calificaciones y destacara como buena estudiante.
Tal vez ese papel fue fácil para mí, a veces pienso que coincidió con mi forma de ser, donde el explorar y saber más cosas me entusiasmaba, así que leer los libros antes de que la clase llegara a ese punto no era raro para mí y una vez que lo estaban repasando en la escuela, yo ya sabía que decía y de que trataba, terminaba los ejercicios rápido y me ponía a jugar o platicar, eso llevó a una observación de que yo distraía a mis compañeros, y creo que fue de las pocas ocasiones que llamaron a mi mamá para que hablara conmigo, así lo hizo, a partir de ahí yo era más cuidadosa.
De esta forma, conforme uno avanza por la vida se nos van adjudicando estas etiquetas, y la más grande, o de mayor reconocimiento social, que podemos alcanzar es la que nos adjudica la escuela, ser LICENCIADA en primer nivel, ser maestra, ser doctora.
Esta idea de cumplir con las expectativas poco a poco me llevo a ser perfeccionista, pero en un sentido que no disfrutaba, tenía que ser ERIKA perfecta, y no serlo me producía mucha decepción, por defraudar a los demás, por no cumplir con esa idea de ERIKA que se habían formado en sus mentes. Hasta que decidí que no podía seguir siendo lo que los demás querían de mí.
Además, de toda esta gama de sobrenombres que nos van marcando, en algún momento, me cansé de ser sólo una cosa (Erika la estudiante perfecta), y recordé las enseñanzas de mi abuela paterna, una mujer fuerte que trabajó arduamente toda su vida, llena de energía hasta en sus últimos momentos, podía asumir el papel que ella se propusiera, rompió con el prototipo de mamá y era el pilar por eso mismo, giraba en torno suyo una sensación de que todo era posible.
En esa época, me encontré con un texto de Alejandro Jodorowsky que me ayudó a romper con este paradigma: “Somos todos esclavos de nuestro personaje, creado permanentemente por la familia, segundo por la sociedad y tercero por la cultura. El camino de la transformación es liberarse de la esclavitud. Detrás de mil máscaras, soy auténtico”.
De ahí, pude comprender conscientemente que tengo que asumir un rol por temporadas o incluso en momentos del día y, sin embargo, no verme definida por él, porque al permitir que un rol te defina, te delimitas y creo que somos seres creativos e infinitos, que podemos desarrollarnos en múltiples aspectos y crear muchas facetas de nosotros mismos.
Ha sido importante para mí, a partir de esta reflexión y actuar en mi vida cotidiana, romper con esa línea y reconocer todas las facetas de las mujeres y hombres que me rodean, llevar la mente abierta para percibir la potencialidad que guarda cada persona y permitir su expresión, valorando, identificándome y compartiendo el momento para crear lazos, aprender y, de ser posible, seguir creando.
ERIKA CONTRERAS
DISEÑO GRÁFICO Y WEB