Los contrastes culturales son la partición de la sociedad, por una parte, las costumbres son reflejo de cómo vive, cómo piensa, cómo actúa y muy a menudo, se llevan a cabo acciones que afirman ese tipo de pensamiento, como contraparte se dan grupos que dan a conocer que ciertas cuestiones culturales o tradiciones no son aprobadas. Gracias a ello se cuestiona el “orden”, lo establecido y se conjugan nuevas generaciones que dan paso a los nuevos paradigmas sociales.
Hablando de lo que nos atañe, la discapacidad, para los romanos, existía un contraste de estos, por un lado, se aprobaba el hecho de dejar abandonados a su suerte a los recién nacidos con “deformidades”, donde su destino se decidía en la “buena fe” de alguien que lo acogiera y seguramente lo utilizara como esclavo, o donde, al ser ignorado, su final era irremediablemente la muerte; por otro lado, se encuentra la cuestión ética que distinguía a los romanos, estas acciones de aborto, abandono y maltrato eran temas polémicos, aunque en un principio no había muchas acciones al respecto, con la llegada del cristianismo se fue disminuyendo.
Bien recuerda Vergara (2002) sobre las palabras de Séneca para justificar actos barbáricos con los recién nacidos que presentaban deficiencias físicas visibles ““Exterminamos –dice– a los perros rabiosos y matamos al buey desmandado y bravo y degollamos a las reses apestadas para que no inficionen todo el rebaño; destruimos los partos monstruosos, y aun a nuestros hijos, si nacieron entecos y deformes, los ahogamos; y no es la ira, sino la razón, la que separa de los inútiles a los elementos sanos (De la ira, 1, XV).
A partir de la Ley de las Doce Tablas (540 A. C.), como menciona Domus (2015), se le daba total poder al padre para asumir la vida o muerte de sus hijos, ya fuera por manifestar alguna enfermedad, porque no podía mantenerlos, porque la nacida fuera niña o porque era producto de un desliz, los padres tenían el llamado: derecho a exponerlos, que en términos cortos era abandonarlos, esperando que alguien los acogiera para usarlos como esclavos, aunque de igual forma podían correr esa suerte si el padre los cuidaba a su cargo y posteriormente los vendía como esclavos, pero también había ciertos límites, pues esta misma ley le quitaba la potestad al padre después de haberlo vendido tres veces.
Es irónico como incluso la historia de la fundación de Roma está asociada a esa práctica, pues recordemos que se dice que Rómulo y Remo, al nacer, fueron abandonados, puestos en una canasta en el Río Tiber, esperando que con su muerte se ocultara una relación de adulterio, pero afortunadamente, la leyenda cuenta que, fueron amamantados por una loba (que en realidad podría ser su madre adoptiva humana, pues a las mujeres prostitutas en esa época, se les llamaba de manera despectiva de esa forma, lobas) y salvados por un pastor, lo que los salvó de morir y cuya historia da origen a Roma en el año 754 a. C.
Como dato curioso, la estética para los romanos era un factor determinante en la sociedad, se utilizaba maquillaje por hombres y mujeres y para ellos el cabello representaba belleza y poder, y la pérdida de éste, es decir, la calvicie, era clasificada como una deformidad, así que trataban de ocultarla y se peinaban con el cabello hacia enfrente para cubrir la “imperfección”.
En el año 374 d.C. los emperadores Valente y Graciano marcaron el inicio del fin de la práctica de exponer bebés, dictando pena de muerte a quien se aferrara a seguir abandonándolos.
Esta visión y costumbres dan un giro alrededor del siglo IV d.C., las ideas del cristianismo alrededor del cuidado de los niños y de los desvalidos, promueve que es necesario ayudar al débil, al necesitado, como menciona Vergara (2015), se realiza un postulado legislativo por Justiniano (483-565 d.C.) para abogar por estos casos y destinó un lugar para apoyar a quien nace con dolencias: “Dicha compilación preveía que las personas retrasadas mentales no debían sufrir las mismas penas que las demás y, en algunos casos, necesitarían custodios; ordenaba además la creación de instituciones para pobres y enfermos, destinadas a la asistencia de los individuos que no pudiesen valerse por sí mismos. (Vergara, 20015).”
ERIKA CONTRERAS
DISEÑO GRÁFICO Y WEB